La inconsciencia


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La plaça d'Octavià, buida / Foto: Lluís Llebot - Cugat Mèdia

La plaça d'Octavià, buida / Foto: Lluís Llebot - Cugat Mèdia

Hechos: Sábado 25 de abril. 23:00 horas. Lugar: Avinguda de Ragull, 68. Terrado. Barbacoa con música y un nutrido grupo de jóvenes pasándolo la mar de bien. Cantan alegremente.

Sábado 25 de abril. 23.00 horas. Lugar: Camí de la Creu. En la terraza de unos bajos, otro grupo de jóvenes guitarra en mano también cantan y lo celebran alegremente. Decoran el espacio con un juego de luces estilo bola de discoteca.

Y el resto confinados y siendo conscientes de lo que nos jugamos y que sería catastrófico un rebrote de los casos y un nuevo colapso de nuestro sistema sanitario.

Cuando estos grupos de jóvenes se saltan el confinamiento se están exponiendo a infectarse. Si se infectan es probable que terminen en una sala de urgencias suplicando que les hagan el test y les espanten los fantasmas. Difícilmente alguno de ellos terminará en una UCI (los datos así lo demuestran) y aún más difícilmente terminará su cuerpo en la nevera de un tanatorio a la espera de incineración o sepultura.

Estos inconscientes, si terminan ocupando una cama hospitalaria o una UCI, podrían tensionar un sistema sanitario agotado y escaso. En muchas ocasiones, por la irresponsabilidad de determinados inconscientes los médicos se han visto en la tesitura de tener que elegir entre el joven o el viejo a la hora de suministrarles un respirador. Uno salvó el pellejo y el otro dejó este barrio sin poder ni despedirse de los suyos.

Quizás hubiera sido necesario que este maldito virus también hubiera sido igualmente virulento en esa franja de edad en la que algunos se creen inmortales. Como esto va de gente mayor o personas con cuadros clínicos previos delicados a mí no me va a tocar. Me resisto a pensar que la posibilidad de verse en la franja de los que podrían morirse es lo que nos mantiene confinados. Estoy convencido de que los que nos mueve a estar confinados es el sentido de la responsabilidad y la solidaridad.

Sé que la inmensa mayoría de los jóvenes de Sant Cugat (y del mundo entero) hacen los deberes y se cuidan y, por efecto dominó, cuidan a los demás.

Nos aguardan tiempos aún más difíciles, sin duda. Ojalá seamos capaces de ser generosos, de pensar en los demás, y darle espacio, recursos y la cabeza despejada a los sanitarios para seguir curando en condiciones a los enfermos y a los científicos para investigar sin más presión añadida.

JUAN CARLOS VÁZQUEZ



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