Thick as a statue


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Ignacio Rigau


Publicat: el 23/oct/16
Opinió
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Comenzaré sacando mi carnet de ciudadano demócrata y moderno (sírvase el lector de añadir cualquier otro adjetivo à la mode): no me siento ni remotamente cercano al franquismo, ni condono los muchos excesos que cometió; no creo, ni por asomo, que con Franco se viviera mejor ni otras muchas frases casposas que puedan seguir haciendo eco a día de hoy; no creo que se deba mirar hacia atrás con cierta nostalgia a la vez que se susurra 'se necesitaba mano dura' o 'si no eras escandaloso, no te pasaba nada'.

Dicho esto, tampoco creo que debamos entregarnos al revisionismo histórico. Ni tanto. Ni tan poco. Y debo ser la menor de las voces que así se ha expresado, pero no por ello creo menor lo que diré a continuación.

Vivimos estos últimos días y meses, otro episodio más de una pose que gusta de cambiar el nombre de las calles y de decir que el franquismo sigue vivo. Una pose, la verdad sea dicha, que nace del súcubo Ley de la Memoria Histórica y se propaga por cualquier defensor oportuno y oportunista de los caídos en la Guerra. No hace falta ser avispado para saber que me estoy refiriendo a la exposición 'Franco, Victoria, República. Impunidad y espacio urbano', presente en nuestra vecina Barcelona.

La explicación oficial viene a contarnos que lo que pretende esta exposición es generar un debate cívico y, más aún, hacernos reflexionar sobre la impunidad con la que se superó la dictadura. Ahora bien, el debate y la reflexión se han plasmado en forma de huevos y pintadas, muñecas hinchables y estelades. Que está muy bien, de verdad. Libertad de expresión. Pero no nos engañemos, esta expresión ha sido tan buena como previsible.

Y ahora entramos en el meollo de la cuestión. Es mi opinión, que espero que no encuentren descabellada, que la explicación oficial es, como otras tantas explicaciones oficiales, una mampara de palabras asépticas. La razón subyacente tras la misma es azuzar una vez más la bestia del revanchismo histórico. Es decir, recuperar la Guerra Civil que, puestos a hablar, es una de nuestras épocas con más sombras y más matices como para írsela tomando a la ligera, y ponerse a librar ahora las batallas de hace 80 años.

En otros términos, los conflictos a raíz de la exposición no eran un 'calculated risk' sino el 'target'. Piénsenlo: cobertura mediática nacional, dominio único de la narración (porque, seamos sinceros, quién va a ser el valiente que va a salir a defender la 'dignidad' de la estatua) y, por último, ese regocijo tan propio de la superioridad moral de la izquierda por haber vencido, otra vez más, a su enemigo imaginario, el franquismo aún vivo en nuestra sociedad.

Y esta pose, porque no es otra cosa que una pose, no solo ayuda más bien nada a las verdaderas víctimas del franquismo, sino que, además, atenta gravemente contra la sensibilidad histórica. No podremos entregarnos a la supuestamente querida reflexión y a la superación mientras este discurso siga atosigando.

Una vez se escribió que, cuando la izquierda se queda sin ideas, saca a pasear al franquismo, y no sé qué da más miedo en esta frase: una izquierda poco creativa o que sea ésta la que tenga la correa de la memoria.

IGNACIO RIGAU és el president de Noves Generacions del PP a Sant Cugat



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