El mundo de antes de ayer


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Guillermo Vidal


Publicat: el 22/abr/20
Opinió
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Últimamente tengo la sensación de que el mundo ya no es lo que era. Al menos el mundo, tal y como yo lo conocía. Mi mundo, en definitiva. Lo que antes era importante, vital, trascendente si queremos ponernos épicos, ha dejado de tener virtualidad. Una pena. Qué lejos queda, como dirían los nostálgicos.

En efecto, poco recuerdo ya aquellas tertulias, espiritualmente enriquecedoras, en las que se discutía bizantinamente sobre el liderato del Barça, sobre un nuevo entrenador cuyo nombre he olvidado ya, o sobre no sé qué club inglés que parecía que, por fin, casi mediando una eternidad, volvía a dejar prácticamente sentenciada la Liga Inglesa. Cosas sumamente relevantes, estarán conmigo. El mundo estaba de luto por un jugador de baloncesto de la NBA (léase enbiei) con nombre de mascota de los JJOO de 1992 en España y Sergio Ramos seguía jugando para el Real Madrid. Messi, obvio es, era poco menos que un Mesías.

Económicamente, nos preparábamos para un congreso mundial del móvil que no se sabía muy bien para qué servía, pero que llenaba Barcelona y sus aledaños de chinos, americanos, italianos...mientras que nuestros hoteleros, restauradores, agencias de viajes, taxistas se frotaban las manos con indisimulada satisfacción...todo ello mientras una niña con cara de pocos amigos nos advertía del fin del mundo, cual profeta apocalíptico, y nos emplazaba a no coger aviones...Aquellos sí que eran tiempos de verdad, todo aceleración, adrenalina y vértigo...

Políticamente, ¿qué decir? A un político catalán le atribuían un intrascendente Ministerio de Sanidad en Madrid, mientras a nivel local discutíamos sobre un tributo metropolitano que o nos llevaba al desastre o nos acercaba a la modernidad. Y procesos electorales, últimamente llevábamos unos cuantos. Lo cual nos permitía discutir largo y tendido sobre qué extraños compañeros de cama eran necesarios para formar Gobierno. Eso sí que era trascendente. Lo demás, cuentos chinos (hasta que los cuentos chinos llegaron a España).

Desde un punto de vista social teníamos unos hábitos milenarios. Y es que hay tradiciones que nunca deberían perderse. Al balcón, recuerdo, salíamos básicamente a colgar la ropa y eso de aplaudir lo dejábamos para cuando íbamos al Auditori. Nuestras calles, eran eso, nuestras y no se sabe muy cómo siempre acabábamos pasando por la plaza del Monasterio.

Todo aquello se acabó. La pandemia lo barrió todo. A pesar de haberla rebautizado como Covid-19, es evidente que no es un evento deportivo o un espectáculo musical. Si no es una plaga bíblica, se le parece mucho. Quiero volver al mundo de ayer o de anteayer. El autor austríaco de entreguerras Stefan Zweig acabó sus días exiliado en Brasil y allí se suicidó con barbitúricos, según cuentan. No veía perspectiva de futuro y pudo con él la añoranza de un mundo perdido ante la barbarie fascista. Para la posteridad dejó escrita su última obra 'El Mundo de Ayer'. Un mundo que no volvió.

Por mi parte me conformo con volver a una cierta normalidad suiza. Aburrida, tediosa, recurrente, previsible, como decía aquel presidente gallego. Y volveremos a ella, de eso no hay duda. A pesar de las metáforas periodísticas, la pandemia no es equiparable a una conflagración como la Segunda Guerra Mundial y dudo que nadie quiera emular al bueno de Stefan Zweig. El confinamiento se extinguirá. Poco a poco. Progresivamente. Paso a paso. Este país siempre se une en la adversidad. La fecha en que las cosas que contaba vuelvan a ser el pan nuestro de cada día será la señal de que el trauma se ha superado. Volverán Messi, Sergio Ramos, el tributo metropolitano y la niña del apocalipsis ecológico. Al tiempo.

Cuando volvamos a esa normalidad, eso sí, espero que alguien me explique por qué nuestros mayores morían olvidados en sus residencias, por qué a nuestra sanidad solo la pagamos con aplausos cuando se requiere gasto e inversión sanitaria, por qué nuestros alumnos no disponen todos sin excepción de conexiones telemáticas de primer nivel, por qué este país no destina más recursos a I+D...ya sé que estos temas son muy aburridos, una agonía de dimensiones cósmicas que no da ni para media tertulia en este nuestro país de tertulianos.

A fecha en la que escribo, creo que después de 20.000 muertos en España la experiencia debería servir, como mínimo, para reorientar nuestras prioridades. Ni que solo sea por respeto hacia ellos. Feliz confinamiento a todos.

GUILLERMO VIDAL és membre del PSC Sant Cugat



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