El calendario litúrgico del consumidor

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21/06/25 a les 06:00h
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Secció: Opinió

El mundo moderno ha transformado el tiempo y lo ha encajado en el marco del gran proceso productivo global. En palabras de Gadamer, el ser humano vive dos tiempos: el tiempo lleno, aquel que le es propio y cuyo fruto no es exterior a lo humano; y el tiempo vacío, el orientado a la productividad funcional. El tiempo lleno es aquel vivido y cargado de sentido en experiencias humanas profundas y de calidad; en cambio, el tiempo vacío está sometido a la lógica de lo efímero y de lo técnico. Desde la era industrial vivimos en una “sociedad líquida” donde el tiempo se fragmenta y parece acelerarse. Al perder el sentido profundo del tiempo y vivir una libertad condicionada al tiempo vacío terminamos por rellenar artificialmente nuestro tiempo dentro de unos límites autoimpuestos por la lógica de la producción y del consumo.

Por extensión, no solo las horas del día son horas “por llenar”, sino que el propio calendario ha sido supeditado a otro calendario enfocado al consumo y que nos condiciona nuestro estilo de vida. Antaño la sociedad compartía unas mismas ilusiones enmarcadas en unas mismas fechas que trascendían al propio individuo y lo referenciaban en un todo trascendental y colectivo. Ahora, el consumismo ha fragmentado el conjunto de la sociedad en una suerte de “tribus sociales” que, por ejemplo, en vez de velar por el domingo de Resurrección o la Navidad, esperan con ansias la fecha de salida de la nueva consola, suspiran por el último modelo de iPhone, se impacientan por el estreno cinematográfico o el último concierto del artista de moda, la final deportiva o anhelan las enésimas elecciones generales. Se trata de un enfoque general de nuestras vidas que está dominado por deseos particulares, fragmentados y, en cierto modo, abstraídos de la comunidad para saciar egos e individualismos inflamados.

Sin embargo, reconocemos todos que los tiempos y los ritmos de vida son, al fin, naturales al ser humano y estos se expresaron antaño en formas substanciales y profundas como el calendario litúrgico que supo encajarse en el orden natural del hombre, criatura de Dios.

Hoy en día tenemos otro calendario: el calendario del consumidor, criatura del Mercado. No es que el “hombre moderno” se haya vaciado de contenido, sino que se ha llenado de otro contenido que se ha normalizado y que ya hemos incorporado a nuestros ritmos y estilos de vida de este nuevo paradigma social y humano casi planetario (con honrosas excepciones).

Pero ¿Es ese el mundo que queríamos? Tal vez, solo el ser humano rebelde a estos tiempos sea capaz de sobrevivir emocionalmente e intelectualmente al nuevo calendario y al ritmo frenético y compulsivo que nos intenta imponer.

VÍCTOR HIDALDO és col•laborador de Vox Sant Cugat