Uno de los principales derechos de toda persona es el poder fundar una familia y educar a sus hijos conforme a los valores morales, religiosos y filosóficos que libremente elija. Este derecho, que debería contar con una protección oficial del Estado, se ve, sin embargo, cada vez más cuestionado. En lugar de ser garantizado, se obstaculiza y se dificulta su goce.
Hemos podido ver como en Sant Cugat ha surgido una polémica a raíz de que un grupo de familias solicitara que sus hijos pudieran cursar la asignatura de Religión Católica. El hecho de que esta petición haya generado revuelo y oposición por parte de ciertas entidades es una clara evidencia de que este derecho no está siendo debidamente protegido y se encuentra en peligro.
La asignatura de Religión Católica es fundamental, no sólo para los que somos católicos, sino por su valor cultural y social más allá de su componente religioso. Cataluña y España no se entienden sin el catolicismo, que ha estado profundamente ligado a su historia y desarrollo. El arte, la literatura, el Derecho, las festividades, las costumbres y la identidad cultural de nuestro pueblo en general tienen raíces católicas. Comprender esta tradición religiosa es clave para entender nuestro pasado y presente.
La religión católica también da una educación en valores, tales como el perdón, la justicia, el respeto a la dignidad humana, y reconoce y ayuda a profundizar en la dimensión espiritual del ser humano.
Por todo ello, hay que ir más allá de lo que se ha venido planteando hasta ahora: la Religión Católica no debería limitarse a ser una asignatura optativa, sino formar parte del currículo académico. Por su valor cultural e histórico y por la educación en valores y el desarrollo y conocimiento de la dimensión espiritual que aporta a los alumnos, debería tratarse como una materia más.

