Hay quien dice que pronto nos faltarán días en el calendario catalán para incluir tantas fechas emblemáticas y transcendentales. Parece ser que una nueva cita histórica nos hará concurrir en el 27 de septiembre en un proceso autonómico electoral al que se ha dado en calificar arbitrariamente de plebiscitario. Hay mucho a comentar sobre esta cuestión y desde diferentes perspectivas.
Si atendemos a la definición del proceso, nos encontramos ante un constructo artificial que no tiene encaje en nuestro ordenamiento jurídico. Las elecciones autonómicas están reglamentadas para elegir democráticamente a los diputados que han de representar a la población catalana en el Parlament de Catalunya. Es claro y evidente que el simple hecho de convocar tres veces en cuatro años a la ciudadanía para este tipo de comicios, es un flagrante fracaso del presidente convocante, pues revela una manifiesta inoperancia del gobierno en cuestión para manejarse en los menesteres de administración óptima y leal a los que se debe por obligación legítima. Si por ende se quieren convertir estas elecciones en un plebiscito, o sea un recuento para dar un sí o un no a una simple pregunta, la convocatoria se convierte inexcusablemente en un fraude de ley pues las cuestiones a las que se va a someter al ciudadano son competencia exclusiva del Estado español. Por tanto y recapitulando, el emblemático 27S se nos presenta por un lado como una evidencia de fracaso de gobierno y por otro como un flagrante ejemplo de fraude de ley que no se ajusta en la menor medida a nuestra legalidad vigente. O sea que a priori podemos calificar el citado evento como un engaño al ciudadano, un truco más. Por otra parte, y obviando lo anterior, que es de todas formas insoslayable, nos encontramos ante una supuesta decisión trascendental impuesta al ciudadano que éste no puede en ningún modo evaluar pues la desinformación interesada que se cierne sobre las incertidumbres que genera el futuro de la ciudadanía en un proceso de escisión es inenarrable. Temas de una trascendencia capital como la salida de la moneda única, la exclusión del nuevo estado como miembro de la Comunidad Europea, la pérdida de derechos que nos proporciona el tratado de Schengen, donde se garantiza la libre circulación de las personas en el espacio europeo, la pérdida de la ciudadanía europea, el colapso comercial, la imposibilidad de hacer frente a la deuda, la inviabilidad del pago de pensiones y un largo etcétera, como digo, temas a los que se les ha hurtado un debate serio y se ha sumergido al ciudadano en meras especulaciones interesadas, adornando al citado proceso con un aire mesiánico, partidista y enfocado precisamente en soslayar todo ápice de debate serio y en profundidad. Es curioso ver como si nos retrotraemos un montón de años en la historia y recordamos como Isabel de Castilla fue recibida por la Diputación del General y por todos los estamentos de la sociedad medieval catalana de la época, comprobamos que se la trató con cariño y aprecio pues se era, en aquellos años, lo suficientemente inteligente como para ver las ventajas de aliarse a un reino más potente económicamente y con mucha más población como Castilla, cosa que proporcionaba más seguridad y oportunidades de comercio a la incipiente y desgastada sociedad catalana. Es una lástima que pasados tantos años, algunos no hayan aprendido nada todavía. EZEQUIEL MARTÍNEZ és afiliat de C’s Sant Cugat

