Y el cura habló


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Pepe Garcia


Publicat: el 15/abr/12
Opinió
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Como si fuera el dios Ra, el obispo de Alcalá de Henares va y se suelta la melena obispal, como está haciendo la mayoría del clero desde que la derechona patria esta nuevamente en la poltrona del poder.

Así y todo, y aunque no descubren nada nuevo en ellos, puesto que muchos sotanas negra siempre han pensado igual, a excepción de algún curita diablo y rojillo como les gusta calificarlos a ellos, pues van ahora nuevamente y dicen que la homosexualidad es una gran enfermedad demoníaca que hay que combatir con fuego santo y agua bendita de la pila bautismal.

El curita en cuestión llega a decir tanta estupideces eclesiásticas en contra de la homosexualidad, que un psicólogo o psiquiatra diría que si tanto odio tiene en ello es porque algo debe tener escondido en el armario parroquial, o porque simplemente la gilipollez clerical es así.

Que el diablo nos lleve a todo casto varón o mujer santa si alguna vez alguien se sale de la línea marcada de lo que es un buen y ferviente católico, o tiene a bien visitar clubes de bailoteos impúdicos. Así que los armarios bien cerrados como manda la santa madre iglesia, que nuestros curitas, los que viven de los impuestos que la ciudadanía paga, a los homosexuales, a quienes abortan, a los que viven en pecado mortal sin estar casados, a estos no los quieren ni de samaritanos aunque hagan de peregrinos el camino de Santiago con una cruz a cuestas.

Seguramente imbuidos por un clima eufórico de encarnación divina como hacia años no vivían, o que se les ha aparecido gracias a sus rezos nuevamente el que esta dormido por Dios y por la patria en el valle de los caídos a la espera de la resurrección de los muertos según la Biblia, como si de una película de zombis se tratase, ahora el clero se vuelve a destapar y amenaza con excomulgar a todo varón que diga que le gustan los hombres o a toda mujer que sienta algo por otra fémina.

Así que ya tenemos todos los flancos cubiertos de esta nueva España renacida de aquellas cenizas que dejaron algunos en los altares, a la espera de un nuevo advenimiento divino. Por un lado los que harán que la nueva doctrina política llegue al pueblo a base de cursos rápidos de decretos legislativos de ordeno y mando, y por el otro lado, el espiritual tan dejado de la mano de Dios en los últimos tiempos, con sus rezos y ángelus, como es menester en todo buen nacido español católico cristiano.

Y como si ningún cura se hubiese hecho nunca ninguna gallarda, ni hubiese echado nunca un 'kiki', ni existiera el onanismo de los curillas de sonrisa alegres, porque debe ser que una vez puesta la sotana esta debe llevar bromuro como el café que les daban a los quintos en el antiguo servicio militar, las homilías de los domingos ahora cantan y predican que todo lo que no este escrito o dicho por los ministros de Dios en la tierra es un acto pagano castigado con los infiernos.

Claro que de tanto en tanto, como le pasa al obispo de Alcalá de Henares, entre sus ovejas descarriadas salen curitas pederastas que acaban alojados y recogidos en algún aposento obispal hasta que las hordas ciudadanas se olviden del tema.

O sea que entre el clero tampoco nunca han existidos hermanos que les gusten las mujeres desviadas de la vida santa y terrenal que trabajan en las cunetas de las carreteras, ni actos impíos entre dos sotanitas en el confesionario de la parte de atrás de la parroquia, puesto que un cura, un sacerdote, no es un hombre de carne y hueso, es un siervo de Dios que al ser ordenado le inyectan un antídoto divino que prohíbe bíblicamente todo acto carnal impuro.

Así que aquello que dijo Jesucristo de 'amaos los unos a los otros', ahora según este obispo, eso fue un 'lapsus bíblico', una errata de algún beato promiscuo o apóstata incontrolado por los efluvios del demonio que siempre está presente, y que sigue vivo para disgustos obispales incluso en esta nueva vida 'Mariana' con fecha de caducidad (de momento en cuatro años).

Y es que nuestra Santa Madre Iglesia que cuida y reza por todos nosotros, sabe bien lo que se hace al recomendar huir de esos inframundos donde la sangría de la carne y la devoción al sexo vuelve locos y pervertidos a los que visitan sus antros demoníacos, porque allí solo encontraremos cuerpos con ganas de lujuria, besos pasionales y cardíacos, desenfreno lividinoso y algún que otro cubata o 'chupito' de ron caribeño.

Lo mejor es gastarse ese dinero de fiesta dominguera y discotequera en las cajas y cepillos parroquiales para los negritos del África negra, como ellos decían siempre, bueno, o al menos hasta que pasamos de la niñez a la adolescencia y vimos en la iglesia de turno como a Don Camilo, el cura guapote recién llegado al pueblo se le afiliaban como moscas nuevos y nuevas feligreses y feligresas con ganas devotas de ser confesados y confesadas y así quitarse el calor infernal posesivo que emanaba de sus cuerpos y de los pensamientos de sus mentes.

Pero claro, como era de esperar en la España bautizada y confesional al final al joven Don Camilo lo exiliaron cual Cid campeador a tierras estériles, secas y yermas, donde sólo habitaban parroquianas octogenarias habitantes de asilos con largas faldas negras puritanas, tierras donde sólo las golondrinas lo visitaban en primavera.

Esta Madre Iglesia con sus nuevos representantes vende mantas, pregoneros 'meacharcos' de las desvirtudes humanas la verdad es que ensucian y manchan el buen hacer de muchos sacerdotes que realmente se dedican en cuerpo y alma por altruismo y vocación religiosa a la verdadera labor humanitaria, y de los que ya cuestan de encontrar cada vez más.

Porque curas, curas como los de antes, como los párrocos de antaño, como aquel padre Juli, de esos ya no quedan, de los que al cualquier hora que llamaras a su puerta esta estaba siempre abierta; el Pater, que era una parte más de la comunidad para aquellos que lo hemos vivido, de aquellos profesores jesuitas que me inculcaron esta rebeldía e inconformismo contra las injusticias y las desigualdades sociales, de esos ahora ni caminando hasta cruzar más allá del Vistuela, ni rezando tres avemarías ni mil padrenuestros los hallamos.

PEPE GARCÍA és membre de CCOO



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